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Mostrando entradas de enero, 2023

Parálisis

¿Has estado alguna vez en la línea que divide la vigilia del sueño, ojos abiertos, piernas y brazos inmóviles, tu perchero transformado en sombra que acecha en un espacio que no reconoces, las cuerdas vocales más quietas que los brazos, la angustia porque nadie puede venir en tu auxilio? Se siente así, un poco, la tristeza.  Pero no duermes, permaneces en el mundo de los despiertos. Puedes ver y oír, pero no consigues dar un paso al frente. Tampoco atrás. La casa muta en laberinto y todo lo que ha sido tuyo parece ajeno, extraño, distorsionado. Que hablar ayuda, dicen, pero no encuentras la palabra. Que no estás solo, pero en el instante más oscuro es ausencia lo que percibes. Por terrible que parezca, la parálisis del sueño dura apenas un par de minutos. La tristeza, ¿cuánto dura la tristeza?

Naturaleza

Algo, quizá la cola de un pez, roza mis piernas. Miedo es la primera reacción porque el mar es siempre un misterio y son un misterio sus criaturas, y dicen que ni al uno ni a las otras deberíamos tentar. Pero en esta ocasión no obedezco al temor sino a la placidez que me producen el agua en calma y la ausencia de otros bañistas. "Espero que no piques ni muerdas" digo a media voz y como respuesta ya no una sino varias colas me tocan. Es probable que me haya atravesado en el camino de un banco de peces, a fin de cuentas estoy en su casa, así que procuro quedarme tan quieta como el breve oleaje lo permite.  Apenas unos segundos después dejo de sentirlos. Antes que yo -seguramente- percibieron la sombra del pelícano, perfecto artefacto de vuelo que se clava en el agua y sale de ella con una de las colas zarandeándose en el pico, el saco ensanchado para acomodar a su presa más reciente. Es la naturaleza, pienso, mientras nado rápido, de regreso a la certeza hecha de arena.