Lengua
Cientos de espinas puntiagudas para atravesar las capas de pelo hasta limpiar la piel. Un triángulo igualmente espinoso que permite agarrar casi cualquier alimento. Un bífido y complejo laboratorio químico siempre al acecho. Lenguas de otros animales que el instinto de supervivencia ha ido moldeando. La mía es una geografía quebrada – dicen que viene de familia – , y durante mucho tiempo preferí reír a puerta cerrada, para evitar que alguna mirada cayera sobre sus grietas. Sin embargo, con los años he aprendido a quererla y cuidarla. Sé que la piña y el mamoncillo la hieren; que la leche y los buenos besos la refrescan. Procuro, a través suyo, amar de palabra y de obra, y guardarla a mordiscos cuando quiero decir lo que nadie preguntó.