Cabeza

Desde hace once días duele. Aprieta, aprieta fuerte. Y pequeñas descargas de electricidad me sorprenden de rato en rato. La imposibilidad de recostar la cabeza sobre la almohada en busca de reposo me hace recordar los accidentes de infancia, cuando un mango todavía verde o una escalera en mitad de un patio invitaban a las alturas. Siento mareo y ahora mismo un duende invisible y malo me jala de las orejas. También siento ganas de llorar. Por dolor, por cansancio, por impotencia, porque mi cuerpo se niega a reaccionar ante las pastillas, las inyecciones musculares e intravenosas, las infiltraciones anestésicas. Porque las pruebas diagnósticas no revelan si algo falla, y dejan en el semblante de la médica una sombra. Porque siento culpa y por un momento me pregunto si este dolor es imaginario. Si imagino que la cabeza pesa, si sueño que no puedo dormir. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lengua

Columna

Verde