Oídos

Hay un mal al que los especialistas llaman misofonía: sensibilidad al ruido. No al de una alarma en plena madrugada; sí al que produce una página al pasarla o el reloj entre segundo y segundo. No hay cura, dicen, y es un trastorno mental, complementan. Mi mal es otro. Me perturba el susurro de los que ya no están. Una canción que vuelve a sonar en el silencio nocturno. Un hueso que cruje desde el recuerdo como si fuera justo el instante de la caída. 

No sé si esta obsesión por el pasado tenga remedio; si está en la cabeza o en el corazón. Si encuentras un nombre científico para ella, querido curalotodo, házmelo saber.

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