Vesícula biliar (ausente)
Me dijo que tenía mucho frío. Luego se tiró en la cama y empezó a temblar como si fuera a salirse de su propio cuerpo. Lo abracé, pero fui incapaz de contener el movimiento alocado de sus huesos. Luego vino la fiebre. Y las preguntas sobre con quién habíamos tenido contacto. Por estos días, ustedes lo saben, todos somos sospechosos. Pero resultó que era una piedra en el camino, salida de la vesícula, esa pera silenciosa y pequeña que tenemos en el lado derecho.
L
ya no la tiene.
Dicen
los que hurgan más allá de la ciencia que el responsable de que la pera enferme
es el rencor. Uno profundo, lentamente acumulado en los rincones. Dicen también
que para curarse hay que dejar fluir. Mientras duerme, lo observo y le acaricio
las huellas diminutas del bisturí en su costado derecho, a modo de plegaria por
sus heridas. Por todas sus heridas.
Amo las cicatrices. Cada una cuenta una historia.
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